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Hoy Laila Jiménez, periodista nos cuenta su experiencia de trabajo con ART VAS

Nos conocimos en un rodaje. Era el día de la mujer emprendedora y, desde luego, tan pronto me abrieron las puertas de su taller, lo supe; ¡eran emprendedoras de vida! De esas personas a las que la vida se les queda pequeña y se la comen a ganas y a bocados de trabajo. Habíamos quedado para hacerles un reportaje. Para hablar de esos problemas que llegan en nombre de factura o administración y que van entre el arte del proyecto y las ganas de emprender de sus gentes. Pero ganas no les faltaban. Allí me enseñaron la última de sus aventuras; unos bolsos preciosos diseñados con las brillantes manos de una y ejecutados con la mente para los negocios de la otra. Y allí empezó también mi aventura. Querían que formara parte de su nuevo reto e hiciéramos juntas las maravillosas fotografías que luego han servido para que podáis conocerlos y disfrutarlos todos vosotros. ¡Era una locura! ¡No nos conocíamos de nada! Pero había tantas ganas e ilusión en esos ojos que convertí su reto en el mío también. ¡A lo loco! Nunca había posado para nadie más que buenos amigos, en sesiones que acababan en una tarde de risas. Pensé que, al fin y al cabo, no deja de ser una cámara y yo me pongo a diario delante de una de ellas. Quizá no era tan diferente. Quizá… ¡Qué equivocada estaba! Yo cuento cosas. Hablo a una cámara para contaros a vosotros cosas. Ahora tenía que contar la historia de esos bolsos sin abrir la boca. No negaré que, cuando llegó el día, sentí sobre mis hombros el peso del miedo, de la responsabilidad. Pero, esa amarga sensación, se escurrió de mi cuerpo en cuento entré por la puerta del estudio. ¡Las ganas y la ilusión lo inundaban todo! Y las prisas el resto. Hasta ese día no pude apreciar del todo el tremendo trabajo que hay detrás de las fotografías que vemos en las revistas y los catálogos. Maquilla y maquíllate.. Corre arriba y abajo para cambiar la ropa y el escenario. Las luces no se ajustan.. Los bolsos no se aguantan como deberían .. Ese pelo rebelde que molesta al fotógrafo.. Y, todo, bajo la amenaza de las agujas del reloj que avanzan a una velocidad que no alcanzan los pies. Descubrí la importancia que tiene un equipo con un engranaje perfecto. No conocía a nadie y me hicieron sentir como en casa. Con el primer disparo, el primer flash, ya sentía que me había dedicado a eso toda mi vida. Sólo unos buenos profesionales son capaces de hacer eso. De sacar de ti lo que se necesita en cada momento. Y así, los bolsos tomaron vida y yo me cubrí de la vida de esos bolso. Y nos envolvió la inspiración y las musas se cosieron con risas. Porque si algo se viene conmigo de esa experiencia son las risas, la complicidad, el cariño, la desvergüenza… Eso hace de las fotos que ahora veis una maravilla. El trabajo de todos fue el mejor filtro posible y, el buen ambiente, el retoque final. Si algún día vuelvo a ser modelo por unas horas espero que, esas horas, sean tan divertidas como las que pasé ese día. Porque a emprendedoras no nos gana nadie oigan.

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